REDACCION CENTRAL.- Ya han pasado casi 100 años de las apariciones de la Virgen de Fátima, un pequeño pueblo de Portugal donde la Madre de Dios dejó un mensaje de esperanza que aún resuena en el corazón de los fieles de todo el mundo.
Contexto histórico
Durante la Primera Guerra Mundial, en Cova de Iría, un pequeño pueblo portugués ubicado en Fátima, se apareció la Virgen a tres pastorcitos analfabetos de 10, 9 y 6 años, llamados Lucía, Francisco y Jacinta.
La primera aparición de la Virgen fue el 13 de mayo de 1917. En esta ocasión, les dijo que vinieran los próximos seis meses todos los días 13 a la misma hora. La Madre de Dios les transmitía mensajes donde exhortaba al arrepentimiento, a la conversión y a la oración y la penitencia como medios de reparación por los pecados.
María también reveló a los niños, en la segunda aparición, que Francisco y Jacinta morirían pronto y que Lucía sobreviviría para dar testimonio de las apariciones. Según las memorias de Lucía, que luego se convertiría en monja carmelita, durante la tercera aparición en el 13 de julio de 1917, la Virgen les confió a los niños el llamado “Secreto de Fátima”, cuya tercera parte fue revelada durante el pontificado de San Juan Pablo II. La Virgen ordenó a Lucía poner por escrito el secreto.
La primera y segunda parte se hicieron públicas en 1941. En cuanto a la tercera parte, el Obispo de Leiria pidió a la vidente que lo escriba en 1944. Este secreto fue entregado al Archivo Secreto del Santo Oficio en 1957.
San Juan Pablo II pidió el sobre que contenía la tercera parte del secreto de Fátima después del atentado del 13 de mayo en 1981. Fue este papa quien decidió publicarlo en el año 2000.
Un mensaje de esperanza
Como respuesta a las diversas malinterpretaciones del Tercer Secreto de Fátima que algunos asocian a un “caos apocalíptico”, el entonces Cardenal Joseph Ratzinger, que sirvió durante más de 20 años como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y que luego se convertiría en el Papa Benedicto XVI, explicó el sentido del texto y cómo este puede servir para que los fieles comprendan y vivan mejor el Evangelio en la actualidad.
El Cardenal explica que el llamado a la penitencia es una exhortación a comprender los signos de los tiempos y a la conversión. La penitencia, además, es la respuesta a un momento histórico determinado que se caracteriza por grandes dificultades.
En el secreto hay un elemento que se refiere a un “ángel con la espada de fuego”. Para el Cardenal este elemento no es fantasía: se refiere a las armas de fuego, que el hombre mismo ha inventado.
Otro elemento de la visión es la fuerza que se opone a la destrucción: el esplendor de la Virgen, que proviene de la penitencia. Esto quiere decir, que la penitencia y la oración tienen el poder de cambiar las predicciones hacia el bien.
El mejor ejemplo, afirma, es que el Papa Juan Pablo II sobrevivió al atentado del 13 de mayo de 1981 en la Plaza de San Pedro, pese a que en el secreto predecía su muerte. Sobre los tres elementos que aparecen en el secreto (una montaña escarpada, una gran ciudad medio en ruinas, y una gran cruz de troncos rústicos), Ratzinger señala que la montaña es el costoso camino que el hombre debe atravesar y la ciudad en ruinas representa las desgracias que el propio hombre ocasionó con las guerras.
Sobre la montaña está la cruz, el objetivo final, donde la destrucción se transforma en salvación. Por ello, estos símbolos tienen un sentido de esperanza.
El Obispo de blanco (el Papa), tendrá que subir por esa montaña y atravesar la ciudad en ruinas. El Papa precede a los demás, cuyo camino también pasa en medio de los cadáveres. Benedicto indica que la travesía del Papa simboliza el camino de la Iglesia en medio de la violencia, las destrucciones y las persecuciones.
«En la visión podemos reconocer el siglo pasado como siglo de los mártires, como siglo de los sufrimientos y de las persecuciones contra la Iglesia, como el siglo de las guerras mundiales y de muchas guerras locales que han llenado toda su segunda mitad y han hecho experimentar nuevas formas de crueldad. En el ‘espejo’ de esta visión vemos pasar a los testigos de la fe de decenios».
Esta parte del secreto concluye con una señal de esperanza: Que ningún sufrimiento es en vano. Porque la sangre de los mártires purifica y renueva. De ahí se levantará una Iglesia triunfante. También, la sangre derramada sobre la cruz representa la vivencia actual del sufrimiento de Cristo y la promesa de salvación.
El Tercer Secreto de Fátima
Este es el Tercer Secreto de Fátima escrito por Sor Lucía:
“Escribo en obediencia a Vos, Dios mío, que lo ordenáis por medio de Su Excelencia Reverendísima el Señor Obispo de Leiria y de la Santísima Madre vuestra y mía. Después de las dos partes que ya he expuesto, hemos visto al lado izquierdo de Nuestra Señora un poco más en lo alto a un Ángel con una espada de fuego en la mano izquierda; centelleando emitía llamas que parecía iban a incendiar el mundo; pero se apagaban al contacto con el esplendor que Nuestra Señora irradiaba con su mano derecha dirigida hacia él; el Ángel señalando la tierra con su mano derecha, dijo con fuerte voz: ¡Penitencia, Penitencia, Penitencia! Y vimos en una inmensa luz qué es Dios: « algo semejante a como se ven las personas en un espejo cuando pasan ante él» a un Obispo vestido de Blanco « hemos tenido el presentimiento de que fuera el Santo Padre». También a otros Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas subir una montaña empinada, en cuya cumbre había una gran Cruz de maderos toscos como si fueran de alcornoque con la corteza; el Santo Padre, antes de llegar a ella, atravesó una gran ciudad medio en ruinas y medio tembloroso con paso vacilante, apesadumbrado de dolor y pena, rezando por las almas de los cadáveres que encontraba por el camino; llegado a la cima del monte, postrado de rodillas a los pies de la gran Cruz fue muerto por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros de arma de fuego y flechas; y del mismo modo murieron unos tras otros los Obispos sacerdotes, religiosos y religiosas y diversas personas seglares, hombres y mujeres de diversas clases y posiciones. Bajo los dos brazos de la Cruz había dos Ángeles cada uno de ellos con una jarra de cristal en la mano, en las cuales recogían la sangre de los Mártires y regaban con ella las almas que se acercaban a Dios”.
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Fuente: ACIPRENSA