Homilía del Domingo 4o. de Cuaresma
25 de marzo de 1979
2 Crónicas 36, 14-16. 19-23
Efesios 2, 4-10
Juan 3, 14-21
Queridos hermanos, estimados radio-oyentes:
Una Cuaresma bien vivida puede ser la salvación de nuestro pueblo. Por eso, este cuarto domingo de Cuaresma lo celebramos con una nueva esperanza. Cuando parece que todo está perdido, está flotando el Espíritu de Dios: Su palabra, haciendo llamamientos, dándonos orientaciones que son verdaderamente nuestra salvación.
Año Litúrgico. -Cuaresma nos prepara para la fiesta de Pascua, renovándonos: Vida nueva, resucitados
No olvidemos que la Cuaresma es un caminar hacia la Pascua, la perspectiva de la Cuaresma es Cristo resucitado ofreciéndonos una vida nueva. Cristo, que después de haber pagado con su cruz, con su pasión las miserias del hombre y del pueblo, no está ofreciendo una vida mejor. ¡No lo despreciemos! En este caminar hacia la Pascua; ¡Obedezcámoslo!
Mediante, no un moralismo frío, sino la incorporación al misterio pascual: Individual, social.
En el Concilio Vaticano II, la Iglesia actual dice: «Es la persona del hombre la que hay que salvar; es la sociedad humana la que hay que renovar. Es, por consiguiente el hombre: Pero el hombre todo eterno, cuerpo y alma, corazón y conciencia, inteligencia y voluntad» ¿Quién no se siente aquí arropado por una gran esperanza como hombre, como familia, como pueblo? ¡Dios nos está ofreciendo en esta Cuaresma una salvación. No es solamente una ley como lo meditamos el domingo pasado: Un moralismo; es, sobre todo, un amor. ¿Quién no se mueve por amor?
El amor a Cristo que dio su vida por mí, es el mejor motivo para vivir santamente, para agradar a Cristo. ¡Ah! si todos los hombres nos dejáramos arrebatar de ese amor que se entregó por nosotros. Pero en las lecturas de hoy el amor a Dios que nos está llamando desde hace cuatro domingos con modalidades nuevas, se nos presenta como un llamamiento a la reconciliación.
CUARESMA, LLAMAMIENTO A LA VERDADERA RECONCILIACION
1. Babilonia símbolo de la alianza rota y de la reconciliación.
2. La reconciliación con Dios en Cristo.
(Teología de la historia).
3. El bautismo y la confesión, caminos de la reconciliación.
(pensamiento ricamente contenido en el Evangelio y en San Pablo hoy: Los grandes sacramentos de la Cuaresma).
1. BABILONIA, SIMBOLO DE LA ALIANZA ROTA Y PROFECIA DE LA RECONCILIACION.
a) Empalma con homilías anteriores: Historia de la alianza: Noé, Abraham, Moisés (la ley: religión mosaica).
Yo quisiera, hermanos, que no se desligaran los domingos de Cuaresma que vamos meditando. La Iglesia nos ha ido proponiendo como los hitos, los mojones de la historia de nuestra salvación. Recordarán el primer domingo: Noé. La alianza de Dios con Noé, el arco-iris, es un llamamiento de Dios para usar bien la naturaleza, para conservarla, para no abusar de ella, para que los bienes que Dios nos ha dado en la creación, lleguen a la felicidad de todos; es una reconciliación cósmica, una alianza del hombre con el universo, como el arco-iris que abarca de un lado a otro de nuestra tierra.
El segundo domingo ya no es la naturaleza entera, es un pueblo selecto: Alianza de Dios con Abraham. De ese hombre anciano y sin hijos, Dios saca milagrosamente un pueblo tan numeroso como las estrellas del cielo y las arenas del mar. La fe de Abraham es modelo de todo el que quiera hacer alianza con Dios, la fe que se entrega y cree contra toda esperanza. ¡Cuánto necesitamos ese segundo capítulo de nuestra Cuaresma de 1979: Una fe como la de Abraham!
El tercer capítulo de nuestra historia en esta Cuaresma, ha sido Moisés. El domingo pasado, Moisés en el Sinaí ya no es simplemente Abraham como una promesa de un gran pueblo, ya es la realidad. Han pasado cuatro siglos y Abraham está representado en aquella muchedumbre que ya camina hacia la tierra de promisión; como pueblo, tiene que hacer una alianza con Dios, tiene que responder a tantos privilegios que Dios hizo con él en el desierto y a través de toda su historia la respuesta tiene que ser el cumplimiento de este decálogo, en diez palabras, en diez preceptos, Dios ha encauzado todas las relaciones de los hombres con Dios y de los hombres entre sí. La alianza tiene una ley y desde ese momento comienza una nueva fase en la historia de la salvación que se llama la Era Mosaica o sea, Moisés. Le dá características, ley orientación a un pueblo del cual San Pablo va a decir: «La ley no basta, la ley puede ser letra muerta, esa ley vale porque lleva la promesa de un hombre redentor. Es Cristo el que le dá sentido a la ley».
b) El pecado que rompe la alianza.
Pero en ese tiempo Mosaico, en ese tiempo de la ley que abarca varios siglos, suceden cosas muy buenas pero también muy malas. Así la Sagrada Escritura nos coloca hoy en otro hito de la historia: Babilonia. ¿Qué es Babilonia? Es la ruptura de la alianza, es un pueblo que ha merecido el castigo del destierro por no haber sido fiel a Dios, es un pueblo agobiado, casi desesperado, un pueblo para el cual parece que ya no existe Dios. Y sin embargo, a ese pueblo amilanado, quebrantado, los profetas anuncian esperanza y salvación. Por eso, Babilonia, a pesar de ser la figura del pueblo que ha abandonado a su Dios y que está castigado, es también la figura de un pueblo que se va a recuperar. Para nosotros este lenguaje es sumamente interesante. Hay muchos que en El salvador dicen: «¡Ya no hay remedio!, ¿quién va a creer en el amor?», ¡Caminos de violencia: Secuestros, odios, crímenes, represiones!. Como que nos ha hecho el Señor para entendernos a garrotazos. Dios nos ha hecho como imagen de su amor y aunque el ambiente se ha tornado de garrote, no es eso lo que Dios quiere.
-«Multiplicaron sus infidelidades»
Sobre esta Babilonia brilla el amor y brilla la esperanza. Pero es necesario reconocer como lo hace la primera lectura: «El pecado que rompe la alianza». ¡Que tremendo el autor del libro de las Crónicas!. Las Crónicas es un libro que se escribió como para suplir ciertos vacíos en los libros históricos, donde se narran cosas o se amplifican cosas que no están o están muy pequeñas en otros lugares. Con que franqueza describe la situación de esa hora mosaica en que los dirigentes civiles y espirituales del pueblo han hecho de la religión un legalismo, hasta una hipocresía, la que va a fustigar Jesucristo cuando venga. Dios así en la primera lectura: «Todos los jefes de los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades mancharon la casa del Señor. El Señor, Dios de sus padres, les envió profetas lleno de compasión. Pero ellos se burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus palabras» Esto hizo el pueblo predilecto de Dios así respondió a la alianza del amor: Con el desprecio, el pecado.
-«Los hombres prefirieron las tinieblas a la luz para no verse acusados por sus obras».
En las otras lecturas de hoy, aparece también esta triste situación del hombre con Dios. Dice el Evangelio, en labios de Cristo: «Los hombres, prefirieron las tinieblas a la luz para no verse acusados por sus obras».
-«Estando muertos por los pecados».
San Pablo, en la segunda lectura, una figura más trágica estábamos muertos por los pecados». Son pinceladas negras de la historia de los hombres, Dios dándonos una ley para salvarnos, dándonos profetas para orientarnos, dándonos amor, creándonos por amor, haciendo alianzas de salvación: Y los hombres, volviéndole la espalda, rompiendo la alianza, desobedeciendo a Dios, creyendo más en las tinieblas, en la represión, en los ídolos dinero, en el ídolo política, todo menos Dios. ¡Aquí Dios no cabe! Este es el pecado: Prefirieron buscar por sus propios caminos la felicidad que Dios les señalaba por el único camino.
¿Cuándo vamos a comprender, queridos hermanos -yo el primero entre todos ustedes, pecador-, que no son nuestros caprichos los que van a dar la solución de la verdadera felicidad? ¿Cuándo vamos a comprender que sólo tú, Señor, tienes palabras de vida eterna? Nunca es tarde para el amor de Dios, pero Dios, dice la primera lectura: «hasta que ya no hubo remedio».
c) El castigo
– Destrucción de Jerusalén destierro, Hombres que son azotes de Dios.
Entonces viene la revancha de Dios. Qué cosa tremenda cuando Dios se vale de ciertos hombres, no para ser bendición del pueblo sino para ser azotes del pueblo.
Nabucodonosor es la figura del hombre instrumento de Dios para humillar, para pasear su bota sanguinaria sobre el pueblo. No pensemos que la represión, la tortura, el atropello por el dinero, la explotación del hombre por el hombre la están haciendo sólo los hombres. Dios coge como azotes de la humanidad a esos hombres. ¡Pobrecitos!, porque les parece que están triunfando, como el azote le parece que está triunfando cuando está castigando pero llega la hora en que el azote -dice la Biblia- es también echando al fuego. ¡Pero, que triste papel en la historia ser hombre-azote!
¿Qué hicieron estos hombres-azotes bajo el comando de Nabucodonosor en la tierra pecadora de Dios?. Oigan bien está página de hoy: «incendiaron la casa de Dios, derribaron las murallas de Jerusalén, pegaron fuego a todos sus palacios, destruyeron todos sus objetos preciosos y a los que escaparon de la espada, los llevaron cautivos a Babilonia -figura del castigo- donde fueron esclavos del Rey y de sus hijos, hasta la llegada de un salvador».
Fijémonos en esta hora tremenda del castigo, es la hora que está viviendo El Salvador. Es la hora de los capaces y de los que imponen sus caprichos, de los que dan leyes, de los que se sienten dueños de la vida y de las haciendas. ¡Probrecitos, no saben que son azotes de Dios!. Es la hora en que Dios está abatiéndonos y casi surge, del corazón del hombre abatido, la queja: «¿Acaso existe Dios?». Porque para colmo vemos cómo los que están felices, no adoran a Dios sino que están de hinojos ante sus falsos ídolos. Y creemos que puede más el dinero que el Dios verdadero, que puede más el poder de los déspotas que el hombre que salva, que el Dios verdadero que nos ama. Viene la tentación de la desesperación, como dijo el Papa hablando de la violencia: «La tentación de la violencia». Hay muchos caídos también en esta tentación: Los que creen que van a encontrar la salida al país por caminos de sangre y de odio. Por allí no hay salida mientras se ensangrenta más mientras hay más miembros doloridos por la tortura, mientras hay familias que lloran el atropello de los poderes. Es Dios que está valiéndose de esas cosas para castigar como un azote, pero no es la última palabra.
d) En el segundo éxodo alborea la reconciliación.
Ciro Rey de Persia el resto de Israel
Entonces llega la última palabra, es Dios que vuelve a hablar. Ya alborea en las palabras de la primera lectura una redención que en la segunda lectura y en el Evangelio, se presenta como el sol en su cenit. ¡Cosa prodigiosa! Un rey pagano de Persia -se llamaba Ciro- Ciro II, a donde llegaron las crueldades de Babilonia. El -lo llama la Biblia-, instrumento de Dios; lo llama también: Ungido de Dios. ¡Cómo debío escandalizar a los hipócritas judíos que no obedecieron a Dios que un hombre no judío, un pagano, fuera llamado por el espíritu de Dios: El Ungido de Dios. Es un ser misterioso y dice la primera lectura sobre este Ciro, Rey de Persia: «En cumplimiento de la Palabra del Señor, por boca de Jeremías, movió el Señor, el espíritu de Ciro, Rey de Persia, que mandó publicar de palabra y por escrito en todo su reino: «Así habla Ciro, Rey de Persia: El Señor, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra. El me ha encargado que le edifique una Casa en Jerusalén, en Judá -Se dirige ahora a los desterrados de Babilonia-, ¡Quién de entre vosotros pertenezca a ese pueblo, sea su Dios con él y suba!». Qué palabra liberadora más bella cuando un pagano tiene más misericordia muchas veces más que los mismos correligionarios.
En el salmo responsorial que todos hemos respondido hoy a la Palabra de Dios, se mencionó el Salmo 136: El salmo de los israelitas cautivos en Babilonia. Nuestro 15 de septiembre podía tener en nuestro himno nacional, este salmo de libertad. De una libertad parecida a la del quetzal guatemalteco que dicen que no puede vivir prisionero porque si está preso se muere. Los judíos, encadenados junto a las rodillas de los ríos de Babilonia, oían a sus enemigos, a sus capataces: «Cántenos un cantar de aquellos de su religión en Judea». Y los judíos decían: «¡Cómo vamos a cantar en tierra ajena!, que se me pegue la lengua al paladar, si yo cantara con alegría en el destierro». Suspiraban por su patria, anhelaban la hora del retorno, lloraban sus pecados por los cuales habían sido llevados. Y la hora llegó cuando un rey pagano, inspirado por Dios, dá ese edito: «Queda terminado el cautiverio, si alguien se siente súbdito de ese Dios, suba a Jerusalén, quedan libres las fronteras, váyanse». Hasta los acompañaban para ir a reconstruir el templo que destruyeron los azotes del Señor.
Miren como Dios ocupa a los hombres para castigar y ocupa a los hombres para liberar. El Dios de la historia, juega con la historia. No somos los hombres los que hacemos nuestro capricho, es Dios el que se vale de las malas conciencias para castigar horriblemente con castigos de infierno a los pueblos. Es Dios el que se vale de los hombres aunque sean paganos, aunque no tengan fe cristiana. Esos hombres son instrumento de Dios para salvar, para dar amor, para dar aliento, ¡para dar esperanza!.
¿Qué quisiéramos ser nosotros, hermanos, en esta hora del pueblo salvadoreño, azotes o esperanzas? La Iglesia se alegra de ser esperanza del pueblo, así como lamenta y reprocha esos actos de azote de los déspotas de nuestro pueblo. La Iglesia es la voz de la profecía en medio del destierro y de Babilonia. Babilonia fue la figura de todos los pueblos. ¿Qué pueblo no ha pecado? Seamos humildes y reconozcamos lo que dice la primera lectura. «Los jefes de los sacerdotes y el pueblo, multiplicaron sus infidelidades». Allí está la explicación. Por eso les decía que en Cuaresma, comenzando por nosotros los sacerdotes y todos ustedes, el pueblo, nos convirtiéramos de verdad, oyéramos como se oye en un destierro el llamamiento de la patria querida; entonces, encontraríamos esa salvación que anhelamos.
2. LA RECONCILIACION CON DIOS EN CRISTO.
a) Todo arranca del amor del Padre. «Movió el Señor el espíritu de Ciro».
Es como un drama en tres actos. Todo comienza en el amor de Dios. Todo tiene su realización en el sacrificio de Cristo y todo se hace mío, en mi fe. Dios, Cristo, cada uno de nosotros, es el camino de la verdadera reconciliación Todo arranca del amor de Dios. Ya vimos cómo, en la primera lectura, se menciona como fue el Señor el que movió el espíritu de Ciro. Dios es el que inspira brazos de amor aún en los corazones que no tienen fe. Cuántas veces, hermanos cristianos, los no cristianos tiene más misericordia que nosotros porque Dios les ha inspirado ese sentido de salvación y de amor. Pero esa inspiración que en forma misteriosa y profética le dio el Señor a Ciro, Rey de Persia, se presenta ya sin figuras. Se presenta, diríamos, cara a cara en la Revelación del Nuevo Testamento.
Con que ternura debemos de recibir hoy estas palabras de San Pablo a los efesios: «Dios, rico en misericordia por el gran amor con que nos amó», de allá arranca todo, no somos nosotros los que hemos atraído la redención de los hombres. Es que dice San Pablo: «estando muertos por nuestro pecados, nos ha hecho vivir con Cristo».
Cristo se acerca a un muerto para resucitarlo, no es porque el muerto lo llama; el muerto ya no vive, ya no siente, pero la misericordia del Redentor le devuelve la vida. Así es Dios, a una humanidad muerta, insensible, injusta, pecadora, la humanidad ya ni piensa en él, pero él si piensa como cuando dice en Isaías: «Puede una madre olvidarse de su hijo». Parece imposible, sin embargo dice: «Aún cuando una madre se olvidara de su hijo, yo no me olvidaré de ustedes». ¿Quién no siente toda su vida, por más complicada que se sienta, como arropada de una gran ternura; no voy solo, hay alguien que piensa en mí más íntimamente que yo mismo. ¡Dios me ama!.
En el Evangelio, el mismo Cristo que ha aprendido en el seno de la eternidad los sentimientos de Dios, nos dice hoy una palabra que debía de estar vibrando durante toda nuestra Semana Santa: «Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que no perezcan ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna». Todo arranca del amor de Dios. Si Cristo vino a ser salvador de los hombres, fue iniciativa del Padre. Tanto amó al mundo que le envió a su propio Hijo. Vete hijo, hazte hombre, hazte compañero de su historia, intrudúcete en sus mismas miserias, carga sobre tus espaldas los pecados de todos los hombres, sube con ellos al calvario, y en tu crucifixión yo miraré la reparación de todos los pecados.
b) Cristo realiza en proyecto ese su «misterio pascual».
– El signo de la serpiente levantada en alto Cristo Salvador y Juez
Hubo una figura bellísima mientras Moisés conducía al pueblo por el desierto y esa figura la recuerda Cristo en el Evangelio de hoy. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre para que todo el que cree en él, tenga vida eterna.
¿Qué fue esto de la serpiente? Dicen que cuando los israelitas conducidos por Moisés se adentraban ya en el camino pesado del desierto, murmuraron: Contra él. ¡Qué difícil es conducir un pueblo! prefieren muchas veces la esclavitud de Egipto: «Allá estábamos mejor, las ollas, los amos, las serpientes; todo aquello de Egipto, era más bonito que este desierto donde nos estás matando de hambre y sed». ¡Qué cuesta que el pueblo comprenda el camino de la liberación! Muchas veces son aquellos por quienes se trabaja más, los que menos comprenden ese esfuerzo de amor que inspira ese sacrificio, que pide sacrificio de colaboración.
– La fe de los hombres.
Esta murmuración fue castigada en el desierto. Aparecieron unas serpientes venenosas que mordían y el que era mordido de la serpiente, moría. Ante esta calamidad corrieron a Moisés a contarle lo que estaba pasando. Moisés, como de costumbre, ora al Señor y el Señor le da la respuesta: «Construye una serpiente de bronce, levántala en un palo, todo aquel que mire con fe la serpiente, quedará libre de la ponzoña de esas serpientes venenosas». Esta es la imagen de Cristo crucificado que Cristo recuerda ya, realizándose en él; así como Moisés levantó la serpiente y todo el que miraba se liberaba de aquellas mordeduras, así el que ve al Cristo crucificado con fe, será libre también, porque el Hijo del Hombre ha venido a dar su vida para la salvación del mundo.
Yo quisiera recoger en esta mañana, ese misterio que se llama el Misterio Pascual, o sea, el misterio de la muerte y de la resurrección de Jesucristo; porque para allá caminamos en la Cuaresma, para celebrar el misterio de la muerte y resurrección del Señor. El Sábado Santo en la noche, es la gran noche del misterio pascual: Yo quisiera que todos los que hemos seguido esta Cuaresma, este peregrinar espiritual de la historia de Dios con su pueblo, la fuéramos a terminar en esa noche luminosa. Hago un llamamiento especialmente a los jóvenes, para que esa noche miremos con fe al Cristo resucitado, levantado en alto más que la serpiente en el desierto, con todo el mérito de su cruz para dar salvación vida nueva a cada uno de los salvadoreños y a todo El Salvador en general.
c) En qué consiste la reconciliación de Cristo:
Este es el misterio de la reconciliación, no importa el pasado, no importa cómo estemos de hundidos en nuestra situación económica, social o política, no importa lo que hayamos odiado, no importa lo violentos que hayamos sido: Ni siquiera importa tener las manos manchadas de secuestros, de sangre, de torturas. Ojalá esta voz estuviera llegando a esos lugares donde Dios está usando su azote, valiéndose de hombres sin corazón y sin conciencia, para que el Señor tenga misericordia de ellos y anhelen en esta Pascua no ser el triste papel de azote de Dios si no convertirse en palabra de esperanza
Si, queridos hermanos, desde el Señor Presidente hasta los policías -todos los que constituyen ese orden bajo el cual nuestro pueblo se siente tan miedoso, tan tímido-, no sean azote de Dios; sean Gobierno de esperanza, sean cuerpo de seguridad, sean hombres del orden, sean verdaderamente instrumentos de Dios para la liberación de nuestro pueblo.
No usemos, queridos capitalistas, la idolatría del dinero, el poder del dinero para explotar al hombre más pobre. Ustedes puede hacer tan felices a nuestro pueblo si hubiera un poquito de amor en sus corazones. ¡Qué instrumentos de Dios serían ustedes con sus arcas llenas de dinero, con sus cuentas bancarias, con sus fincas, con sus terrenos, si no los usaran para el egoísmo, sino para hacer feliz a este pueblo tan hambriento, tan necesitado, tan desnutrido Y ésto no es demagogia para arrancar aplausos, es que el pueblo siente y ama, ama también a los que lo azotan, ama también a los que lo explotan. Nuestro pueblo salvadoreño no está hecho para el odio, está hecho para la colaboración, para el amor y quiere encontrar fraternidad en todos los sectores que constituimos un pueblo tan bendecido de Dios, que ha recibido de Dios bienes tan abundantes pero que se hacen causa de tanta tristeza por la mala distribución, por el pecado de los hombres.
3. BAUTISMO Y PENITENCIA, CAMINOS DE RECONCILIACION.
En este ambiente y antes de terminar esta homilía con el tercer pensamiento que habla del Bautismo y de la Penitencia como dos sacramentos cuaresmales, yo quiero hacer un llamamiento a los bautizados y a todos los que necesitamos el sacramento del perdón; para que en esta Cuaresma nos reconciliemos con Dios.
Para que se vea la gran necesidad de esto, es aquí donde yo hago un paréntesis que es más bien como la encarnación de la palabra de Dios en nuestra semana.
Esta Iglesia, instituída por Jesucristo para ser la presencia de Dios -más que Ciro para los desterrados de Babilonia, más que Moisés con los peregrinos del desierto- es Cristo mismo dándonos perdón y esperanza. Esta Iglesia es a la que yo trato de servir, queridos hermanos, cuando doy aquí noticias de carácter eclesial que son las primeras que me preocupan porque son mi Iglesia, mi pueblo de Dios al que yo pertenezco y al que sirvio como Pastor. Yo no soy político, yo no soy sociólogo, yo no soy economista, yo no soy responsable para dar solución a la economía y a la política del país. Ya hay otros laicos que tienen esa tremenda responsabilidad.
Desde mi puesto de Pastor yo sólo hago un llamamiento para que sepan usar esos talentos que Dios les ha dado; pero como Pastor, si me toca -y esto es lo que trato de hacer- construir la verdadera Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo. Por eso siento la alegría de toda esta Catedral llena de fieles y también yo quisiera que todos los que a través de la radio que me oyen no como políticos, ni curiosos, ni perseguidores, sino como católicos que están tratando de aprender el mensaje de su Pastor para orientarse en la construcción de la verdadera Iglesia, nos decidiéramos queridos católicos, a hacer de nuestra Iglesia el verdadero Pueblo de Dios, antorcha luminosa que ilumine los caminos de la Patria, fuerza de salvación para todo nuestro pueblo ¡Seamos Iglesia!.